Pimienta negra asustada por una gota de jabón
Actualmente, lavarnos las manos con jabón es un pequeño gesto que hacemos casi sin darnos cuenta varias veces al día. Algo que apenas requiere unos segundos pero que, sin embargo, ha sido uno de los avances más importantes de la historia para prevenir enfermedades y contagios.
Hace 5.000 años, las culturas primitivas ya usaban mezclas de grasas hervidas con cenizas para que los ciudadanos tuvieran limpia su piel. Además, el médico romano Galeano fue conocido por informar a la población sobre cómo se empleaba el jabón para lavar la ropa y, por supuesto, para la higiene personal. Incluso ya observó que era positivo usar jabón para evitar algunas enfermedades de la piel.
Pero si hablamos del avance del jabón a lo largo de la historia, hay que mencionar el uso del aceite de oliva. Y es que este alimento, al que conocemos como “oro líquido”, no sólo tiene grandes propiedades para nuestra salud, también fue un elemento clave en el desarrollo de la industria del jabón en todo el Mediterráneo. De hecho, España tuvo bastante protagonismo en esta historia, pues produce y exporta aceite de oliva a otros países desde hace siglos.
Y mientras España se encargaba de proporcionar la materia prima, los químicos franceses fueron quienes hicieron los avances más importantes en la industria del jabón, especialmente al descubrir el proceso de saponificación. Este proceso consiste en fabricar jabón a partir de grasas y de un compuesto básico como la sosa, dando como resultado jabón y glicerina.
Como curiosidad, para entender la importancia que tuvo el jabón como producto clave para la prevención de enfermedades, aquí tienes un testimonio del año 1818, en el que un comandante del ejército escribió a sus superiores lo siguiente:
“No tengo ninguna duda de que la mayor parte de las enfermedades que sufren los soldados de mi ejército provienen de llevar siempre una camisa sucia, una semana y otra, sin más limpieza que un pequeño enjuagado a mano que la deja peor que antes. Por este motivo, ordeno que cada lunes me envíen un trozo de jabón, pues de otro modo las enfermedades irán cada vez más en aumento.”
El jabón fue entrando poco a poco en nuestros hogares, hasta el punto de que en el siglo XVI, en el tocador de las mujeres de la nobleza no podía faltar un frasco con agua de rosas, otro con aceite de romero y una pastilla de jabón.
En este experimento aprenderemos el motivo por el que los jabones y detergentes consiguen limpiarnos las manos, las camisetas y los platos. ¡Vamos a dejar todo brillante y reluciente!