Sí. Se han acabado. Toca esperar cuatro años más para volver a disfrutar de unos nuevos Juegos Olímpicos. Durante dos semanas, los amantes del deporte hemos estado pegados a la televisión para ver todo lo que acontecía en Río de Janeiro. Hemos aguantado despiertos hasta altas horas de la madrugada para ver en directo cómo Ruth Beitia daba la primera medalla olímpica para el atletismo femenino español. Hemos alargado la sobremesa para saltar de alegría con el punto de Carolina Marín y conquistar el imperio asiático del bádminton desde Huelva. Hemos cruzado la línea de meta junto a Usain Bolt para entrar en la historia de la velocidad. Nos hemos quedado con la boca abierta viendo a Simone Biles volar mientras hacía piruetas imposibles. Hemos vuelto a ver los brazos de Mo Farah sobre su cabeza para dar forma al corazón del medio fondo. Y hemos tocado la pared de la piscina con Michael Phelps para ver cómo el tiburón de Baltimore daba el relevo de la natación a su compatriota Katie Ledecky. Pero, sobre todo, hemos disfrutado. Mucho.